Enseñar
no es una ciencia, es un arte, a pesar de que muchos se empecinen en
buscarle esa categoría ya que actualmente ser ciencia parece que otorgue mayor
prestigio a cualquier disciplina.
En
la enseñanza se trabaja con personas y la infinita variedad de las
características individuales del ser humano hace imposible sistematizar el
proceso de enseñanza-aprendizaje. Ni siquiera un mismo individuo responde igual
hoy que mañana.
¿Dónde está el arte en enseñar?
Pues
precisamente en conseguir transmitir conocimiento a un grupo de personas
tremendamente heterogéneo y cambiante, en identificar las distintas
características y situaciones y reinventarte con cada alumno hasta alcanzar tu
objetivo.
Como
en otras artes, todos podemos adquirir unos conocimientos y habilidades que nos
permitan desenvolvernos con mayor o menor soltura enseñando, pero el gran
artista nace. Si no lo sientes, si no lo vives, si lo haces solo por dinero,
nunca podrás alcanzar la maestría en el arte.
Conseguir
que un discurso cale en las mentes de unos jóvenes que tienen unas inquietudes
y necesidades tan dispares, es arte.
Lograr
que un aula llena de quinceañeros se calle, sin utilizar amenazas, sin tan
siquiera alzar la voz, es arte.
Conseguir
que un alumno problemático salude al entrar, pida las cosas por favor y dé las
gracias, es arte.
Y
centrándome en la temática de este blog, conseguir impartir tus clases en una
lengua extranjera de forma que todos tus alumnos aprendan los contenidos específicos
de tu asignatura además de mejorar sus habilidades en otro idioma... ES ARTE.
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